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A 40 años de Democracia ininterrumpida en Argentina, el Centro Ana Frank alerta ante los postulados de la ultraderecha

El crecimiento de movimientos de ultraderecha con liderazgos mesiánicos sucede también en Argentina. Ante situaciones de malestar social y económico, se presentan como salvadores y representantes de un cambio absoluto. Son reconocidos por sus discursos de odio, por la incitación a la violencia y por la apología de la destrucción de derechos. Obnubilan e impiden identificar el cambio hacia dónde y hacia qué.

Las ultraderechas en el pasado han sido gestoras de los peores genocidios de la humanidad, representan el lado más salvaje del capitalismo, que solo beneficia a reducidos grupos de poder y denostan a las personas. 

En su lógica, todo se puede vender y quien no pueda pagar queda fuera, expulsado. Suprimir la educación pública, la salud pública, la universidad, propiciar la venta de órganos y hasta de niños, incitar a la portación de armas, entregar las Malvinas a los ingleses, romper relaciones diplomáticas con el Vaticano y negar la injerencia de la actividad humana en el cambio climático son algunas de las ideas que hemos escuchado en los últimos meses en plena campaña presidencial electoral. Se trata de insultos perversos a los Derechos Humanos más elementales.

Por otra parte, nunca en 40 años de democracia se había apoyado y reivindicado  de manera tan elocuente la dictadura cívico militar, el Terrorismo de Estado con sus torturas asesinatos y desapariciones.

La extrema derecha ilusiona, y muchas personas en medio de la desesperación toman las promesas mágicas: los jubilados van a cobrar en dólares, el libre mercado absoluto beneficiará a los pobres.

Desde el Centro Ana Frank, somos portadores del legado de Ana Frank, una adolescente víctima del nazismo, régimen que  fuera construido a partir de discursos de odio contra los judíos y otras minorías. Conocemos la fascinación de quienes, con gestos grandilocuentes y discursos enervantes, están siempre atravesados por la demonización de otros, señalándolos como culpables de todos los males.

Sabemos que el mundo ya conoció a estos personajes y conocemos cómo finalizó la historia.

Como defensores de los Derechos Humanos y protectores de los derechos de niños, niñas y adolescentes, desde el Centro Ana Frank no podemos dejar de denunciar este ataque a la democracia y la vocación de quiebre social y fractura entre quienes, con diversos pensamientos políticos, conviven en el marco de un estado democrático.

Lic. Hector Shalom

Director del Centro Ana Frank para América Latina

 

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